En Junio…
Por la noche, en el portal, me crucé con J.L., que volvía de Salamanca, totalmente vestido de playa con una camiseta muy grande, bermudas muy grandes y sandalias de goma y una visera al revés. Más amariconadísimo todavía, por favor, más encantador todavía, por favor. Recién operado de unos bultitos en el pecho, nada importante (¿?) pero deseando bajar. Yo le digo que aunque no pueda jugar o bañarse todavía, baje a descansar, a estar. Las palabras empiezan a sonar absurdas y cuando las escribo más todavía, pero yo me monto en el absurdo muy bien, soy capaz de montarme en el absurdo a caballo del verano y seguir así hasta el infinito. Estoy deseando que me guste, que me atraiga; estoy deseando desearle, quererle, estoy deseando escribir una historia, pero no quiero que sea una tristoria. Algo me dice que ahora no me puede doler nada, que ya no es tiempo de que me duela nada, sino de ser feliz, aún a costa de lo imposible. Me miro al espejo más de lo que debiera para encontrarme más viejo de lo que estoy y sólo me veo moreno, delgado y bello. Probablemente J.L. no me gusta, ni le deseo, pero quiero que se enamore de mí, que me desee, pero no para hacerle sufrir, sino para hacerle feliz. Podría ser mi hermano pequeño perfectamente. No nos dejaran. No nos dejarían. J.L. es homosexual, debería ser homosexual. No puede entenderse con los de su edad porque es superior. A. solucionó la infancia haciendo guerras y organizando batallones y abrazado al piano. No quiero escribir más porque no tengo ganas de escribir. Es domingo por la mañana y está lloviendo por primera vez. Anoche me puse a cocinar otro marmitako para distraerme de esto, porque no sabía qué pensar, porque no me pasa nada, tal vez porque no siento nada y lo que estoy deseando es ponerme enfermo y tal vez no me pongo enfermo porque no bebo y aquella era la combinación explosiva. Y yo querría repetirla.
Y para qué… para sufrir otra vez, verdad, si estoy mejor sin sufrir, si puedo manejar perfectamente los hilos de todo, si puedo burlarme del tiempo más que nunca, si voy a terminar triunfando abase de cocacola light, si cada vez me cuesta menos vivir, y cortar la hierba y subir la cuesta en bici dos veces al día y ya casi estoy acostumbrado a que me miren tanto por la calle porque voy increíblemente bello, y casi encuentro naturalísimo que se enamoren de mí todos menos Javier, y estoy tan agusto y tan feliz que temo que J.L. sea eso, una perturbación, y no obstante le dejo todas las puertas abiertas y seguramente voy a poner música en la piscina y remos de aluminio en la barca y me barnizo con Rachmaninov como si me bañara en confetti, y navego con una indolencia que hace más atrayente mi …